Artículo para "Más De Huelva Que Un Choco"
Ya desde bien pequeños venimos a este mundo con un sentimiento muy arraigado en nuestra consciencia: el de pertenencia. Nos une un cordón a nuestra madre, que a su vez nos une a la vida y al alimento. Sin él, nada tendría sentido. A medida que crecemos, nos gusta saber que venimos de una familia que tiene una particularidad singular, la que nos hace ser lo que somos: un apellido, un lugar de origen, unas costumbres, unas creencias... Sin darnos cuenta, todo ello nos hace ser lo que somos.
Nos enzarzamos en una forma de ver la vida que, a pequeños o grandes rasgos, nos hace parecernos a nuestros padres. Pueden ser nuestros ojos, nuestra boca o la forma de andar, como lo puede ser el dialecto, nuestra fe, o nuestra forma de comer las fresas.
El ser humano necesita saber de dónde viene al igual que a dónde va. Y en su mayor intensidad, necesita pertenecer a alguien al igual que sentir que alguien le pertenece. Ese sentimiento de posesividad y de "no me toques lo mío", es el que te hace sacar el bicho interior que todos llevamos dentro. Es así. Hasta el león pertenece a una manada, como nosotros a un clan.
El clan Garrido, el clan Rodríguez, el clan García...
No hay nada pues más hermoso, más intenso, más leal y más honesto, que pertenecer a Huelva.
Huelva tiene, como sus caminos, historia, dedicación y procesión; como sus gentes. El polvo que pisamos al andar nos lleva a una dirección: la fe. La fe de volvernos a encontrar, de abrazarnos y juntarnos pa' echar una tarde de fandangos con amigos. Andévalo y costa por los cuatro ‘costaos’: las olas de El Rompido besando tus pies y a su vez, poder tocar con los dedos de la mano las montañas más abruptas de Aracena mientras observas desde lo alto sus bellos alcornoques.
Porque Huelva y su gente es así, fresca y dura. Fresca en su cercanía, en su forma de divertirse y compartir con los suyos; dura en sus convicciones, en su fe y en su trabajo.
Dicen que somos humildes. Benditos humildes pues, que con nuestras manos sacamos las mejores berries, los mejores jamones, las mejores coquinas, los mejores vinos y un sin fin de cosas que nos hacen ser lo que somos: HUELVA. Una provincia familiar que tiene como testigo a sus flamencos, los de traje corto y los de plumas rosas. Atardeceres eternos que nos bañan de larga luz sentados en los acantilados de Mazagón o las marismas de Doñana. Un gentío que bebe vinos del condado alrededor de una candela y al que siempre acompaña una guitarra. O un avejentado marinero que surca los mares de Punta Umbría y que, a su manera, es un Colón descubriendo aves autóctonas, chocos y gambas.
Que sigamos siendo humildes pues, para seguir siendo cercanos, para seguir siendo hermanos de una misma hermandad. Porque es "de locos" ser parte de esta tierra que nos vio nacer y nos hace ser lo que somos. Pura sangre andaluza. No ni ná. Porque nos gusta llevar por montera que somos más de Huelva que un choco. Quizás será que somos tartésicos, quizás será que somos parque nacional o quizás que somos el equipo más antiguo de España o quizás sea que tenemos sangre minera.
Pero sea como fuere, nos gusta saber que pertenecemos a esta tierra, fértil, fuerte, descubridora y mojada por El Rocío ya sea el de Almonte o el que cae del cielo.
"Porque el ser humano no se entiende así mismo si no sabe de dónde viene ni a dónde va" decía al principio. Es una realidad que en mi consulta lo primero en lo que indago es el "de dónde vienes" porque es de ahí donde nacen nuestros traumas y nuestros reaños, nuestros miedos y nuestro orgullo. Porque sin raíces, el árbol no tira. Porque sin su gente, Huelva no es nada. Y Huelva sin su gente, no es Huelva. Aférrate a esta tierra, vive sus calles y sus gentes, piérdete en sus poesías juanramonianas y en sus gritos recreativistas de domingo. Échate a las arenas y bautízate en sus aguas. Porque cuando Huelva te ha parido, tu madre no es solo Huelva, también es su idiosincrasia.