Entrar en ti es puro fuego. Una explosión incontrolable de colores en mi universo mental-sexual. Tenerte entre mis piernas, mis brazos y mi ser, es cómo transportarme a otra era; me pierdo, me encuentro, y solo quiero volver a empezar. Ando en el desierto con el ansia de tu cuerpo, del que enseñas y del que nadie puede ver. Del que me entregas cada noche, cada medio día y el cual no puedo evitar.
Es retorcer mi mente y mis sentidos, destruir mis creencias, romper mis esquemas, transformarme, elevarme, detenerme. Maldita y bendita química que disparas hacia mí, que haces que mi cuerpo reaccione a tus manos al tocarme, a tus gemidos al tocarte, a tus besos al fundirme.
Todo está en ti. Dioses internos corren por tu ser, como si fuera brujería. Salvas mi alma con tus cambios constantes dentro de mí. Los físicos y los internos. Tu presencia hace que suelte todo lo que me une al mundo. Tus piernas temblando de nuevo, tu piel atormentada por mis lamidos, tu sexo corrompido por mi mente. Hacer el amor contigo es como el polen a la abeja, pura vida y pura droga. Todo es PURO.
Virginal, incluso cuando ya ni recuerdas cuando fue tu primera vez. Esa sensación de hacerme sentir diferente al resto...Tus manos en mi pelo, tu mirada penetrante, tu baile continuo, Dios...parece que vives en mí. Mi silencio al contemplarte, tus aullidos corporales.
Llegas, estoy a punto. Mi química y mi éter fuera de control. Encauzando mi océano para entrar en tu orilla, penetrando hasta el fondo del núcleo, cubriéndolo por completo y haciendo que las fuerzas terrestres se armonicen como si fuera una dinamo, generando en mí una corriente de flujo in-con-tro-la-ble.
¿Cómo explicártelo? Si eso hay que sentirlo. Bendito espectáculo el tuyo. El roce de tus pechos con mi cuerpo excitado al verme mirarte, tus labios entrecortados en mi carne, tu cuerpo retorciéndose de placer. Tus piernas de nuevo... Esa fragilidad tan hermosa que solo tienes tú. Tenerte entre mis manos casi con miedo de tocarte para no romperte, pues no hay persona más bella que tú. Tu mirada penetrada en mi, con esa seriedad que hace de nuestro momento el más crucial, el mas valioso. Pues no hay mujer más hermosa que la que se gusta, que la que se recrea en sí misma, que la que se toca y se descubre mujer en sí misma. Ven de nuevo a mí, quiero arder en tu fuego.
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