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Ídolos del circo.

Artículo publicado en el Diario de Huelva: https://www.diariodehuelva.es/2020/09/30/idolos-del-circo/


Siete y veinticinco de la mañana de un lunes. Me levanto y ¡zas! aparece una notificación en Facebook que me pregunta en qué estoy pensando. Empezamos bien la semana. Tengo siete notificaciones más y con la caraja típica de la mañana, voy deslizando con el dedo hacia la derecha para borrarlas con la mala pata que dejo pulsado demasiado tiempo (un segundo más) la notificación de Facebook con la consecuencia de que su apertura.



Lo primero que pienso es “buf, qué coñazo de Facebook”. Esperando a que se abra la app para poder cerrarla, de repente veo una publicación curiosamente de una persona que ha acudido a consulta por primera vez.


Se presentó en mi sofá como una persona atormentada por sus relaciones tóxicas e intensas, con una baja autoestima considerable, arrastrada por una inseguridad impropia de un ser humano y con un sentimiento de infelicidad y desgana…Abrumador.

Al ver la publicación mi cara de asombro es como un cuadro de picasso. Dicha publicación era una oda a la felicidad, la seguridad e independencia, haciendo del amor propio una lucha sin fronteras, acompañado por supuesto de una foto con siete filtros y cuatro capas de maquillaje que, difícilmente hace que se pueda ver a la persona que yo veo en persona, de hecho, me costó reconocerla.


Lo peor de la historia no solo fue la hipocresía que vomitaba en dicho post, sino más bien la idea irreal que se traslada a los que le comentaron, que se creían dicho discurso (que firmemente parecía el de un político) como borregos de una sociedad que se compra lo primero que ve anunciado en la tele. Era increíble que hubieran ciento cincuenta y ocho likes y sesenta y siete comentarios creyéndose y alabando semejante mentira. ¿De verdad somos tan necios? Lo peor de todo, es que envidiamos eso. ¡Envidiar el qué Dios mío, si es todo mentira!


Sesenta y siete personas idolatrando un mensaje y una irrealidad, un pantomima que lo que camufla en realidad es un deseo de reconocimiento abrumador. ¿Pero esto qué es?


Yo aprendí hace mucho tiempo que nada es lo que parece, que el ser humano es el “artilugio” más potente creado para autoengañarse y creer sobrevivir así.

Hay personas que quieren ser críticos con la política, yo lo prefiero hacer con la sociedad que nos contamina, pues gracias a ella, cada día somos más superficiales, más engañosos o más trapaleros (como dicen en mi pueblo). Cada día más distantes, fríos e insolidarios, cada día más deshumanizados e incoherentes y las redes sociales ayudan más a que eso se pronuncie.

Vivimos exclavizados del qué dirán, pero no nos damos cuenta de que lo provocamos nosotros exponiéndonos a ello. Si mostramos una mentira, ¿qué esperamos que nos llegue de vuelta? Si encontramos una relación que ha surgido de las redes sociales en las que sólo mostramos/vendemos nuestro cuerpo y lo empepinados que estamos (ego por doquier, eeeejeeemm) con nuestros “filtros” (reales y metafóricos), ¿qué esperamos atraer? Una relación basada en la profundidad y la esencia, seguro que no.

Vivan ustedes de mentiras y apariencias, que así nos va pues.


Bienvenidos al circo, ¿qué careta te toca hoy?

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